sábado, 25 de diciembre de 2010

Felices Fiestas Decembrinas

Alek estaba harto de las fiestas decembrinas.

Harto del pavo, el bacalao, los romeritos, las ensaladas, el postre navideño con manzanas y crema, harto de los antojos mexicanos como buñuelos, tamales y pozole. Harto del ponche y todo lo que se puede comer hasta que recuerdas que estás a dieta o eres hipertenso.

Enfadado del mismo árbol navideño de hace 18 años. Tal vez estaba desde antes, pero lo que sí era seguro, era de que cuando él nació, ahí estaba. Cuando el nació, un 23 de diciembre, ahí estaba. Y cuando murió Rogelio, el 24 de diciembre de hace 10 años, también estaba. Por eso lo unico que quería era que ese árbol se cayera, se rompiera, o se incendiara. Sí, un corto sería buena idea. No provocado, eso remuerde la conciencia.

Cuando Rogelio murió, Alek aún creía en Santa Claus. Aún pensaba que la magia estaba presente esa noche, cayendo del cielo, sobre cada copo de nieve, o tal vez salía de las series de luces que había en la casa. O quizá no había magia. Quizá no. Era lo más probable.

Estaba quieto, abrazando un oso de felpa color café con patas blancas y cara feliz, muy atento a cualquier ruido que lo hiciera levantarse de la cama y correr a encender la luz de la sala para ver los regalos que Santa Claus le había dejado. Ser el primer niño del mundo, o al menos de la cuadra, en levantarse y ver los regalos primero que los demás, primero que sus amigos de la escuela, y que sus vecinos. Cuando escuchó un ruido fuerte que lo hizo pensar que un reno se había caído de bruces al resbalarse por las tejas nevadas del techo de la casa.

Pero lo que vio al encender las luces hubiera desconcertado y a la vez decepcionado a cualquier niño. No era ningún reno, ni Santa tropezando con la mesa de centro. Al escuchar a su madre entrar a la sala, y gritar "¡Rogeliooooo! ¡Roger, por favor, respóndeme, Roger!" y llorar junto al árbol de Navidad, y repetir el mismo nombre una y otra vez mientras que la empleada doméstica llama una ambulancia cuando ya se sabe que la situación es irremediable, como niño no comprenderías lo triste que es perder a tu padre en Navidad. Claro que después de 10 años, tarde o temprano lo comprendes.

Por eso Alek estaba harto de todo. Navidad era el peor día del año. Y lo seguiría siendo. Para muchos era un día feliz, porque ese día se celebra el nacimiento del niño Jesús. Pero... ¿ver nacer a alguien para ver morir a otro? Qué ironía.

"Que no llegue Año Nuevo, que no pase el tiempo, porque bien Año Nuevo es vida nueva, cada año tiene un 24 de diciembre incluido, completamente gratis, que no llegue ese maldito año..."

"Que deje de nevar, que deje de hacer frío, que ya sea verano, intoxicarme con LSD y que el maldito árbol se muera de envidia porque yo moriré con calor, y no con ese frío que congela mis huesos, y la tristeza que enfría mi corazón..."

Es triste poner cada esfera, es frustrante preparar una cena e intentar celebrar el nacimiento de alguien que quiso intercambiar la vida por la de alguien que quieres, ¡hey, el mundo es grande aún, cabías muy bien sin necesidad que el otro se fuera! Ok, haz lo que quieras.

Y escuchando villancicos, después a Cradle Of Filth, y después a Miley Cyrus. Sí, ya con medio papelito chupado, si no esa combinación sería improbable, mientras la tormenta de nieve causaba apagones cada dos minutos, al final la electricidad se vio estable, y el pequeño cablecito comenzó a chispear como lo harían las luces de bengala durante la temporada navideña.

Alek lo vio todo, y no hizo nada por detener a las traviesas chispas que alcanzaban las ramas del árbol, las cortinas de la ventana que estaba detrás, el cortinero, la guirnalda con hojas secas y nochebuenas de tela, que se extendía como una rápida serpiente por la otra cortina, y el sillón más grande de la sala. Salió bajo la tormenta de nieve, que continuaba enfurecida, tal vez por el coraje acumulado de Alek contra esta fecha, la tormenta decía "Alek, yo te ayudo, me enojo contigo". Se puso frente a la casa mientras ésta era consumida por las llamas. Mamá no estaba, estaba solo en lo que ella regresaba de comprar el postre en reposición al que se echó a perder. El fuego parecía no detenerse, a pesar de la nevada, cada copo se derretía en contacto con el calor.

Parece que dejaría de estar harto. Al final todo terminaría.

Lunnaprisciila*

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